Piensa en mí todo el tiempo.
Si quieres, o no te ves capacitado, no es necesario que pienses intensamente en mí en el trabajo. Conduciendo sí, pero no con tanto ardor como para no distinguir el color de los semáforos o no ver a los peatones.
Piensa en mí al llegar a casa. Al abrir la puerta, al poner el primer pie en el rellano. Acuérdate de mis ojos mirándote, de mis pasos delante de los tuyos. Sube las escaleras y repasa mi nombre con cuidado. Acaricia mis vocales, separa mis sílabas.
No me mezcles con la técnica, no me desperdicies con el arte. No pintes retratos con mi rostro no vaya a ser que tu mente se olvide de mí un solo segundo para prestar en su lugar más atención al trazo, al color del lápiz, a ese acorde de esa canción a la que pusiste mi nombre.
Piensa en mí con ahínco, con absoluta dedicación cuando te pongas a ello. Siéntate en la silla, mira a la pared y piensa en mí a tiempo completo. No te despistes ni un segundo, no dejes que tu mente se aparte de mi persona.
No pienses en nada nunca, piensa solo, plenamente en mí.
Piensa en mí todo el tiempo y, cuando me veas, no te olvides de que en verdad me has imaginado.
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