martes, 18 de septiembre de 2007

-Reivindicación en la Escuela de Arte- (2005)

Unas cuantas actrices insatisfechas reclamaron su derecho a ser consideradas también arte. Es decir, que no se tomara la palabreja “arte” a la ligera, para designar sólo a pintores, escultores y artes plásticas en general. Y, por supuesto, que se dejara de denominar como “Bellas Artes” a lo relacionado con las materias antes citadas, pues así parecía que escritura, cine, teatro y demás no son arte ni bellas y, según el manifiesto que estas piradas redactaron, se debe considerar tan arte uno como otro, reclamando su derecho a entrar en la Escuela de Arte si no se le cambiaba el nombre.

Los chicos de la Escuela de Arte cedieron, aceptaron que el arte era mucho más amplio que su mundo plástico y decidieron integrar a otros artistas en el espacio físico del Centro Artístico No Convencional. Entraron, primero, las actrices revolucionarias que habían conseguido la inserción, seguidas de un sin fin de llamados artistas. Así, el centro se llenó de escritores antropófagos vigilando desde las esquinas, a la espera de que una nueva presa quedara atrapada entre sus páginas con tinta-sangre (la misma que capturaban los mosquitos de noche). Los poetas recitaban en el cuarto de baño. Directores de cine cortaban los pasillos para hacer ciento una toma de su próximo corto, mientras de fondo se escuchaba el click´de las cámaras de los fotógrafos con síndrome japonés en los dedos. Los músicos pretendían llenarlo todo con pitidos y alaridos. Las bailarinas colgaban de las lámparas. Arquitectos locos se movían de aquí para allá mostrando sus maquetas de proyectos imposibles a quien quisiera escucharlos, colgabn de las paredes planos llenos de ascensores que subían hacia abajo y tejados subterráneos. Los actores habían tomado el control del patio y la cocina, tan pronto estremecían a todo el edifico declamando un hamlet mientras preparaban una tortilla, como vagaban por el jardín, agarrados a cuerdas invisibles o subiendo interminables escaleras imaginarias pendientes del techo.
Al principio se dejó muy claro que sólo podrían entrar quienes se dedicaran a una de las siete artes establecidas: pintura, escultura, arquitectura, música, teatro, danza y cine. Pero pronto se dieron cuenta de que ellos mismos eran también fotógrafos o creadores virtuales, con lo que llegó la discusión entre los primero miembros de qué es o no arte. Acabaron por dar por absurdo aquel debate, permitiendo la entrada a aquel que fuera realmente un artista, independientemente de qué fuera lo que hiciera
En la Escuela de Arte ahora viven todos apretujados. Menos espacio, pero más oxígeno del que respirar.

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