martes, 18 de septiembre de 2007

-LadyBird- (2005)

Alondra, amazonas perdida. Buscando, perdiendo, no encontrando pasado ni destino en cada ciudad. En el circo la vida sólo tiene espacio para el hoy.
Volar cada noche bajo un cielo distinto la hace sentir viva. Normalmente, sonríe al salir a pista. Su mirada al agarrar el trapecio, cuando ya nadie puede verla, se torna melancólica y desesperanzada. Melancólica... ¿por qué? ¿Acaso recuerda un pasado mejor? Su pasado no es más que su presente. Lo último que recuerda de lo que podríamos llamar su vida anterior es un sueño. Soñó que se suicidaba saltando desde lo más alto. El trapecio no es más que el entrenamiento de una muerte planificada.
Siempre estuvo aquí, en el circo. Viajando de aquí para allá, de ciudad en ciudad, de país en país. Si le preguntan de dónde es, te dirá que es hija del cielo, acabarás por creerla si la ves volar en su trapecio.
Mírala, lleva unas mallas púrpuras y purpurina en las mejillas. El pelo recogido en un apresurado moño. Sus ojos brillan.
Alondra también canta. No es demasiado melódica, pero su tono de voz le da a las canciones un toque especial. Sus favoritas son unas canciones en francés que aprendió de su madre, las tararea a todas horas si está triste.
Después de sonreír y saludar al público, sube a lo más alto del circo, por una escalerilla. Una vez arriba alza el cuello, cierra unos segundos los ojos e inspira fuertemente. Sacude los brazos, abre los ojos y se agarra a la barra del trapecio, dejando caer el resto de su cuerpo bruscamente al vacío. Dos sacudidas de piernas sirven de impulso para la primera voltereta aérea. Rápidas idas y venidas de una barra a otra. Salta y se agarra sólo con una mano, el otro brazo cruzado al pecho. El público suspira aliviado, siempre parece que no lo va a conseguir. Mil piruetas más. ¿Salto mortal? Tonterías, los suyos son saltos inmortales.
Alondra vuela siempre sola, tuvo compañeros de trapecio, muy buenos, por cierto. Lo que ocurre es que pocos pueden soportar su ritmo de saltos y vuelos.
Al finalizar, pletórica, se va marchitando poco a poco. Las peores veces ha acabado duchándose con wisky barato en su caravana. Las mejores, susurrando sueños a ese chico tan simpático de los malabares.
Alondra vuela tan alto en sus trapecios que cada día se asemeja más a un ave majestuosa. Además, canta demasiado bien, ¿quién puede asegurar que no se transfigurará en pájaro algún día?

* * *

“¡Pasen, pasen y vean: Alondra, la hija del cielo!” Anuncian carteles pegados en las farolas de mi ciudad. Tenía ganas de ver a la tal Alondra. Una genial trapecista, se cuentan maravillas de ella. No lo pensé dos veces, cogí a los niños y los llevé al circo. Estaba impaciente por ver “volar” a aquella chica.
Después del número de los platos giradores, que gustó mucho a los niños, salió la afamada Alondra a pista. Que chica tan guapa, con unas mallas violetas marcando su figura. Sus manos me han parecido débiles sobre tierra, incapaces de impulsar los prodigios que ha realizado en el aire. Sonaba una canción en francés
Una vez arriba, se ha agarrado al trapecio, dejando caer el resto de su cuerpo enérgicamente al vacío. Silencio. Primero, una voltereta. Saltos, vuelos, idas y venidas. A veces tan rápido que resultaba casi violento, aunque manteniendo siempre la majestuosidad propia de un ave.
Era la mejor, sí, lo era. Alondra queda en leyenda. Ha sido prodigioso, hermoso y espeluznante al tiempo.
Alas blancas han comenzado a surgir de sus brazos. La carne de la trapecista caía, ensangrentando la red. Entre músculos, huesos y tendones surgían plumas, luego alas. Más y más sangre, más y más plumas. El público fascinado, aterrado. No ha durado demasiado, pero a sido intenso.
Hermoso, sí, hermoso ver a esa bonita chica desaparecer entre plumas blancas. Las plumas han aparecido primero en sus brazos, formando alas, luego comenzaron a surgir de su cuello y a cubrir su cara. Una explosión final ha acabado con lo que quedaba de su cuerpo, haciendo saltar por los aires carne y algunas vísceras. Tras la mancha sanguinolenta ha aparecido un ave. Alondra, la hija del cielo, convertida en pájaro. Dios ha rectificado su error, esa muchacha no tenía que nacer humana. Alondra tenía que ser lo que ahora, una majestuosa alondra. Ahora sí, vuela sin red.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso, con toda las letras. Pé Erre E Ce I O Ese O. Vaya si no. Claro que si. Faltaría más. Du-duá, du-duá.


"El trapecio no es más que el entrenamiento de una muerte planificada."


El Conde.